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miércoles, 4 de mayo de 2011

LOS ÁNGELES DEL SILENCIO





“Esa gente, nos devolvió la vida y eso no tiene precio”

Detrás del frió de la madrugada y la tierra que levanta el viento, está Mireya. Tiene 71 años y sus manos quebradas sostienen una vieja hoja de periódico que recuerda su pasado. Sentada al frente de su casa, y de espaldas a una ciudad fría y, paradójicamente, solitaria, la mujer espera pacientemente por una visita que cambie su vida y la de la pequeña que la acompaña.
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Está rodeada de recuerdos, casas viejas, muñecas, bolsas de colores y hasta los fragmentos de madera que traen a la memoria su desgracia. Un rayo de luz refleja el amanecer en la ciudad. La clara mañana pareciera traer consigo una buena nueva, una noticia que espera hace muchos años.

Mireya cuenta que cada mañana desde hace un año, el día miércoles sale a las 5 y media, para esperar esa visita que le da un nuevo motivo para vivir. Espera impacientemente a los médicos que le han ayudado a sobrellevar ese fatídico episodio, “mi esperanza renace cada vez que ellos llegan, veo cómo mi nieta se aferra a la vida y eso me llena de felicidad” dice.
A su lado está Carmen, una niña de 8 años de edad que la acompaña impaciente a cumplir la cita que jamás ha sido postergada. Mireya con lágrimas en los ojos recuerda cómo una tarde del mes de agosto del año 2002 todo era fiesta. La posesión del Presidente de la Republica se registraba en todos los medios. Pero cayendo la tarde, los ojos de los colombianos se desviaron a los atentados producidos por las FARC. Varias granadas de morteros hicieron impacto en la Casa de Nariño, en la calle del Cartucho y en el centro de la capital, dejando como saldo 27 muertos y 13 heridos.
Carmen, entonces de apenas 2 años de edad, estaba entre las víctimas. Sufrió quemaduras y lesiones graves en sus piernas y extremidades inferiores. Las secuelas de ese episodio trágico dejaron huellas imborrables.
Mireya, sabe que desde ese instante su vida ingresó en un tobogán. Por muchos años buscó desesperadamente que su nieta fuera atendida en un centro médico, recorrió miles de lugares buscando una ayuda, intentando desesperadamente que alguien le tendiera la mano, pero su esfuerzo parecía en vano y su ilusión se debilitaba día tras día. Una mañana de miércoles, nada diferente a la de los últimos cuatro años, llegó a su casa una mujer de chaleco azul y morral rosado, preguntó por ella y le contó que a partir de ese momento ella y un grupo de médicos se iban a encargar de la atención médica de su nieta. “Al principio pensé que era una broma, nadie hace una cosa de esa sin pasar cuenta de cobro, luego cuando me explicaron me di cuenta que era cierto, que Dios existe y me había escuchado”.

Fueron varias visitas las que Mireya recibió, hasta que por fin la gran noticia llegó. Los médicos hacen parte del equipo de trabajo de Salud a su casa, un programa de atención PRE hospitalaria del Distrito que recorre las localidades de Bogotá para atender a la población más necesitada, ellos y gracias al trabajo social y comunitario de este programa, han logrado que Carmen sea intervenida quirúrgicamente. Su problema de control de esfínteres y las cirugías de reconstrucción que sus órganos necesitan pueden ser solucionados. Mireya y Carmen reciben la noticia, sus corazones se dividen entre lágrimas y sonrisas. Saben que valió la pena luchar. “las buenas obras son recompensadas por nuestro Señor, las buenas obras como ésta son regalos para recordar por siempre”

La tarde llega y con ella el momento de partir. Carmen y su abuela sacan del bolsillo del corazón el pago por esta buena noticia. Un abrazo acompañado de una cálida sonrisa son suficiente recompensa para este grupo de soñadores, para los médicos de la esperanza.

“Mil gracias y que Dios les pague a nuestros Ángeles del Silencio, a la gente de Salud a su Casa” dice Mireya mientras sus héroes de carne y hueso se alejan para salvar más vidas, para brindar más alegrías.

Como esta historia, existe más de un centenar en Bogotá. Hoy “Salud a su Casa” cuenta con 370 equipos que solo este año han atendido y canalizado las necesidades de unas 600.000 personas. El programa cuenta con una cobertura total de 1.690.000 personas de estratos 1 y 2 del Sisbén, atendiendo planes de promoción y calidad de vida con énfasis comunitario.

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